jueves, octubre 23, 2008

Llevaba no menos de 25 minutos esperando, con el libro abierto y los ojos puestos en sus letras. Pasó la micro.Me subí y apenas me senté, abrí "Tokio Blues" y, mientras estaba absorta en la historia, un olor atravesó por mi nariz. De pronto, senti como parte de mí se deshacia.

Comprendí. El olor era el mismo que tenía mi abuelo en su alba cabeza (una mezcla entre gomina y no- se- qué). Supe que aquello era como citar de nuevo en mi memoria todas las veces que, mientras él estaba sentado en la mesa, yo besaba su frente y el se reía de mi descarada forma de demostrarle cariño.

Y ambos sabiamos, secretamente , que faltaba muy poco para que fuese la última vez que depositara mis labios en esa calva cabecita.